viernes, 15 de mayo de 2015

El valor está en la Diferencia

Anoche en uno de esos momentos de reflexión del día se me vino a la cabeza mi trayectoria por la representación estudiantil de la Universidad. Lo sé, soy una friki sentimental.
Y da la casualidad de que hoy hace justo un año del que fue posiblemente el mejor día de toda esa trayectoria.
Hace poco más de un año tomé una de las decisiones más difíciles durante mis años de Universidad. Decidí salir de mi zona de confort. Decidí dejar una etapa atrás para ser fiel a mí misma, decidí que todo lo bueno que había pasado en el lugar donde estaba, simplemente ya había pasado, que la balanza empezaba a inclinarse hacia el otro lado y que debía empezar a valorar más mi propio trabajo. La dificultad se encontraba pues, en dejar atrás grandes momentos, grandes personas y grandes proyectos. Pero nunca debemos anclar nuestro afán de superación, nunca debemos dejar tambalear nuestros valores y nunca merecemos sentirnos infravalorados.  Estaba segura de llevarme más aprendizaje del que podría haber adquirido en cualquier otro lugar y de haberme convertido en mejor persona y alguien más fuerte tras librar algunas batallas. Gracias a aquellas personas que me enseñaron a conocer y diferenciar lo que quería y sobre todo, lo que NO quería para mí.
Hace poco más de un año pensé que no debía desperdiciar todo lo aprendido, todo lo trabajado, el esfuerzo, todo lo agradecido por los demás.
Hace poco más de un año tuve la loca idea de crear algo desde 0 y lanzarme a por todas sin importar las adversidades ni el qué dirán, y decidí acompañarme para ello de otras personas comprometidas y con la suficiente empatía como para dedicarse a los demás.
La representación estudiantil es un concepto un tanto abstracto, desconocido, ingrato y pocas veces llevado a cabo con coherencia y compromiso. Pero nosotros lo hemos hecho.
Hace hoy un año tuve la valentía de comprobar que podía conseguir lo que me propusiera por mí misma, pude materializar de manera real mi trabajo por los demás, pude comprobar que me rodeaba de la gente correcta. Hace un año dije "esta soy yo y estos son mi principios, y aunque no te gusten no los cambio". Hace un año comprobé que las cosas se ganan con esfuerzo, dedicación, humildad, honestidad e ilusión.
Gracias a quienes apostaron por nosotros en las urnas y fuera de ellas, gracias a quien me acompañó 12 horas al día durante una semana en el hall de la Facultad y dejó sus cosas para darlo todo por lanzar nuestro proyecto. Gracias a los que no confiaron en mí porque me dieron fuerzas para lograrlo. Gracias a los que compartisteis a pesar de no comprender la importancia y emoción ante ese reto.

Hace un año en este momento estaba nerviosa, expectante, intrigada. Y unas horas después estuve feliz, orgullosa y agradecida. Con una sola semana desde el nacimiento de Diferencia conseguimos un resultado más que satisfactorio. Y estoy segura de que los que seguirán con ello darán la talla y mejoraran el resultado con cada proyecto que se propongan, tan solo hace falta creer en lo que hacéis y no esperar nada a cambio. Confío en vosotros mi "bebé", que aún se está gestando y que espero hagáis crecer.

jueves, 25 de diciembre de 2014

Cristales opacos

Vivimos las consecuencias de nuestra propia realidad, de los pasos que construyen nuestra forma de vivir, la estructura de nuestra voluntad y nuestros deseos.
Cada  realidad ha de ser sustentada por la verdad. No hay certeza en las palabras, tan solo en los hechos.
Mírame con la verdad.  Háblame de la verdad. Dibuja verdades sobre tu camino, sobre mi camino, sobre nuestro camino. Llora con la verdad. Hazme llorar con la verdad. Sorpréndeme con la verdad. Hiéreme con la verdad.
Y la realidad será nuestra.
El amor es paciencia. El amor es fe. El amor es sinceridad. Nada que puedas comprar, nada que puedas explicar, nada que puedas reprochar. El amor no tiene límites, es altruista, comprensivo,  generoso. No necesita reconocimiento ni busca la perfección.
Cree. Cree en los actos, cree en el fondo y no en el envoltorio.
“No es oro todo lo que reluce”, ni la mejor sinfonía siquiera podrá denominarse música si no hay partitura.
A veces convertimos en opacos los cristales. A veces borramos lo que vemos y oímos para mantenernos firmes en el camino. Son esas veces cuando traicionamos nuestros propios principios para salvar algo en lo que queremos creer, una realidad, pero carente de verdad. Como cuando ves las nubes llegar y no coges el paraguas, como si el hecho de no querer que llueva pudiera frenar las gotas.
Tu vida no tiene precio, y si se lo pones, estás perdiéndola. Tus lágrimas no tienen precio, tu tormento no tiene precio, tu confianza no tiene precio. Que no te engañen.
Ni toda la belleza del mundo podría comprar tu amor. Y si pudiera, no es amor. Y si puedes explicarlo, no es amor.
Lo es cuando la resistencia es eterna contra el muro más férreo, cuando las fuerzas salen de la más profunda oquedad. Y lo único que cae, eres tú.
Sal.
Date la vuelta y abre los ojos.
Aparta todo lo que puedes ver. Y mira hacia lo que no has querido ver.
Limita tu abatimiento.  Recupera tu voluntad, recupera el sentido, la razón, la verdad.
Es cierto, la verdad duele. Y nadie te va a comprar ese dolor.
Si se te ha olvidado vivir por ti, ¿quién lo va a hacer?

viernes, 14 de junio de 2013

Las perspectivas del tiempo.

tiempo
1.     m. Duración de las cosas sujetas a cambio o de los seres que tienen una existencia finita:
los relojes sirven para medir el tiempo.

Si te preguntaran ¿qué es el tiempo?, ¿qué contestarías?
Probablemente dirías “pues lo que pasa”, “las horas, días, semanas, meses, años…” o “la duración de las cosas”. También podrías buscar en el diccionario de la RAE y hallarías 17 respuestas.
Pero yo creo que el tiempo para cada persona y según el momento significa algo diferente. El tiempo es un conjunto infinito de perspectivas.
A veces sentimos desperdiciar el tiempo, quizás sea solo un presentimiento (dicen que no hay tiempo perdido) o quizás lo hagamos de verdad. Pero probablemente sea un simple cambio de perspectiva.
Con el tiempo se aprende. Se aprende a medir y a valorar todo lo que pasa por tu vida.
Porque hay horas que nos parecen eternas cuando esperamos algo, fugaces cuando no deseamos su final. ¿Median lo mismo esas horas?
Y entonces te das cuenta de que el tiempo no sólo son horas.
El tiempo es la variable más frecuente en tu vida, de hecho, es la única permanente.
Hay quien mide el tiempo en  páginas. Cuántas quedan. Cuántas he pasado. Y entonces te preguntas ¿falta tiempo o sobran páginas?
Hay momentos que se miden en palabras.
Hay quien mide el tiempo en planes. E intenta que cada plan suceda al anterior. Sin espacio. Pero con tiempo.
Hay quien mide el tiempo en los días que lleva sin ver a alguien, o en los que quedan para verle. Sin existir otra medida.
Los médicos, contando el tiempo en consultas. Los profesores, en clases impartidas. Futbolistas, en partidos jugados y por jugar. Los amantes, en besos dados y por dar.
¿Cuántas formas distintas le hace un hijo medir el tiempo a sus padres? En noches sin dormir. En horas esperando. En momentos de orgullo. En lágrimas. En abrazos. En fiestas de cumpleaños. En cambios. En sorpresas.
Podemos medir el tiempo en fotografías. Tiempos plasmados en papel, recuerdos de un tiempo pasado.
¿Y si medimos el tiempo en deseos? Deseos cumplidos. Deseos por cumplir.
Metas conquistadas. Metas por conquistar.
Oportunidades habidas y por haber. Esquivadas y aprovechadas. Ofrecidas y perdidas.
Puede que haya alguien que mida el tiempo en las veces que te ve sonreír.
Podemos medir el tiempo en personas. Las que han llegado, las que han estado, las que se han ido o simplemente, las que han pasado por aquí.
Llegará el momento en el que midas el tiempo en canas o en arrugas. Quién lo diría, parece ayer cuando lo medías en estampitas conseguidas o en exámenes hechos.
Pero, ¿por qué reducir el tiempo a la simplicidad de un calendario o un reloj?
Cada momento tiene su medida. Cada tiempo su perspectiva.


¿Y tú, en qué mides el tiempo?

domingo, 19 de mayo de 2013

Límites ficticios

Hace unos días un periódico publicó una noticia sobre un hotel de Almería que había rechazado a un grupo de personas con Síndrome de Down que querían alojarse en él durante su viaje de fin de curso. Los rechazaban porque alegaban que este tipo de personas podría molestar a los demás turistas que se alojaban en el hotel. Este suceso no es más que un claro ejemplo, de tantos, de la discriminación que en pleno siglo XXI, sigue sufriendo el que no es "como todos". Un ejemplo de retraso (de libre interpretación) y una pobre educación de la sociedad enferma de prejuicios en la que nos encontramos.
Los trabajadores de este hotel, deberían saber de sobra que si una persona, sea cómo sea y de dónde sea, no es respetuosa con su alrededor y tiene un nefasto comportamiento en público, no es a causa de una posible discapacidad psíquica, sino de una mala educación. Si es eso lo que quieren evitar sería conveniente, por el bien de sus clientes, que no admitieran la entrada de niños maleducados y consentidos que salpican en la piscina a los demás huéspedes, corretean por los pasillos, gritan en los restaurantes, etc. Que por cierto, las criaturas no tienen culpa de que sus padres sean unos inconscientes que han permitido que desarrollen ese tipo de comportamiento.
Volviendo al problema en cuestión. Gracias a noticias como esta podemos observar cómo la sociedad, cada día, se empeña en poner límites a las personas, en este caso, con Síndrome de Down. De hecho, al leer esta noticia viene a mi cabeza otro caso de discriminación que ocurrió hace doce años en Málaga:
Sergio tenía cuatro años y sus padres decidieron apuntarlo a clases de natación, para que desarrollara su psicomotricidad y practicara deporte con otros niños de su edad. Llegó el primer día y Sergio, con su bañador, se metió en la piscina con sus compañeros dispuesto a chapotear. Cuando el monitor del club de natación vió a Sergio, le hizo salir de la piscina y le dijo a su padre que él no podía darle clase, porque al ser Síndrome de Down, necesitaría una atención especial  y disminuiría el ritmo de la clase. El padre de Sergio insistió en que su hijo no tenía ningún problema físico y que podría seguir perfectamente el ritmo de la clase sin necesitar ninguna atención especial. Al ser rechazado por escrito, denunció al centro por discriminar a su hijo sin siquiera comprobar que podía llevar a cabo la actividad sin más dificultad que sus compañeros. Durante esos meses los periódicos de Málaga publicaron la noticia con títulos como "Un club impide ir a natación a un niño con síndrome de Down", "El juez admite la querella contra el club que vetó a un niño con Down".
Seguramente, ese centro no ha vuelto a tener la ocurrencia de prejuzgar a nadie por ser diferente y mucho menos, de limitarlo.
Un cromosoma más: ¿Una oportunidad menos? No debería ser así.
Sergio lleva nadando 12 años en otro club, ¡y es un excelente nadador!
Lamentablemente esa solo fue una de las muchas zancadillas que la vida le pondrá a Sergio, un niño cuyos padres han querido darle una educación normal, exigiéndole al máximo para que él mismo encuentre su limite y no permita que nadie se lo ponga. Un niño que ha desarrollado una gran capacidad intelectual, con un gran interés por la historia, la geografía y el fútbol, con la idea de llegar a estudiar una carrera universitaria, le cueste lo que le cueste.
Nadie nace preparado para enfrentarse a cosas como esta, pero el amor y la fe hace que te conviertas en la persona fuerte que necesitará tu hijo para que no tolere escuchar "tú no puedes". Nadie dijo que la vida sería fácil, pero sí que merecería la pena.
Ojalá todos los padres a los que la vida les sorprenda con un hijo diferente, tengan el valor de ser como los padres de Sergio, planten cara a todas aquellas personas que no comprenden que los límites de una persona son únicamente los que ella misma descubre y que todos podemos aspirar a ser lo que queremos ser. Y sobre todo, sean conscientes de todo lo que pueden enriquecerse de una vida prestada a las dificultades llenas de enseñanzas que un hijo, con unas características peculiares, les puede regalar.

Una hija y hermana orgullosa.